2 Pedro 2: Los falsos profetas

A veces surgían falsos profetas de entre el pueblo, lo mismo que habrá entre vosotros falsos maestros, hombres que introducirán insidiosamente herejías destructivas y negarán al Señor que los compró; al obrar así atraerán sobre sí mismos una pronta destrucción.

El que surgieran falsos profetas en la Iglesia era algo que se podía esperar, porque en todas las generaciones había habido falsos profetas en Israel, responsables de haber descarriado al pueblo de Dios y de que vinieran desastres a la nación. Vale la pena estudiar la historia de los falsos profetas del Antiguo Testamento, porque sus características recurrían otra vez en tiempo de Pedro y siguen recurriendo todavía hoy.

(i) Los falsos profetas estaban más interesados en hacerse populares que en decir la verdad. Su política era decirle al pueblo lo que este quería oír. Los falsos profetas decían: ««Paz, paz,» ¡pero no hay paz!» (Jeremías 6:14). Veían visiones de paz cuando el Señor Dios decía que no había paz (Ezequiel 13:16). En los días de Josafat, Sedequías, el falso profeta, se puso sus cuernos de hierro y dijo que Israel acornearía a los sirios quitándolos de en medio como él lo hacía gráficamente; Miqueas, el profeta verdadero, predecía desastre si Josafat iba a la guerra. Por supuesto que Sedequías era popular y se aceptaba su mensaje; pero Josafat fue a la guerra con los sirios y pereció trágicamente (1 Reyes 22). En los días de Jeremías, Hananías profetizó el repentino fin del poder de Babilonia, mientras que Jeremías profetizaba que Israel la serviría; y de nuevo el profeta que le decía a la gente lo que quería oír era el más popular (Jeremías 28). Diógenes, el gran filósofo cínico, hablaba de los falsos maestros de su tiempo cuyo método consistía en seguir lo que condujera al aplauso de la multitud. Una de las primeras características del falso profeta es que le dice a la gente lo que esta quiere oír y no la verdad que necesita oír.

(ii) Los falsos profetas iban tras la ganancia personal. Como dijo Miqueas: «Sus sacerdotes enseñan por precio, sus profetas adivinan por dinero» (Miqueas 3:11). Enseñan por ganancia deshonesta (Tito 1: Il ), e identifican la bondad con la ganancia, convirtiendo la religión en un negocio sucio (1 Timoteo 6:5). Podemos ver a estos explotadores de la obra en la Iglesia Primitiva. En La Didajé, La Enseñanza de los Doce Apóstoles, que es lo que podríamos llamar el primer reglamento de la Iglesia, se establece que el profeta que pide dinero o que le pongan la mesa es un falso profeta. «Traficantes de Cristo» llama a los tales La Didajé (II). El falso profeta es un tipo codiciMb que ve en las personas presas que puede explotar para sus propios fines.

(iii) Los falsos profetas eran disolutos en su vida personal. Isaías escribe: « El sacerdote y el profeta erraron por la sidra, fueron trastornados por el vino» (Isaías 28:7). Jeremías dice: «En los profetas de Jerusalén he visto cosas terribles: cometen adulterios, andan con mentiras y fortalecen las- manos de los malos… hacen errar a mi pueblo con sus mentiras y con sus lisonjas» (Jeremías 23:14-32). El falso profeta es en sí mismo una seducción al mal en vez de una inspiración al bien.

(iv) El falso profeta era sobre todo un hombre que apartaba a las personas más y más de Dios en lugar de acercarlas a Él. El profeta que invita al pueblo a ir tras dioses ajenos debe ser destruido sin piedad (Deuteronomio 13:1-5;18-20). El falso profeta se lleva a la gente en una dirección errónea.

Estas eran las características de los falsos profetas en la antigüedad y en los días de Pedro; y continúan siendo sus características.

Los pecados de los falsos profetas y cómo acaban estos

En este versículo Pedro tiene algunas cosas que decir acerca de estos falsos profetas y sus acciones.

(i) Introducen insidiosamente herejías destructivas. La palabra griega para herejía es haíresis. Viene del verbo haireisthai, que quiere decir escoger; y fue en su origen una palabra perfectamente respetable. Quería decir sencillamente una línea de fe y acción que una persona había escogido para sí. En el Nuevo Testamento se mencionan las hairéseis de los saduceos, los fariseos y los nazarenos (Hechos 5:17; 15:5; 24:5). Se podía hablar perfectamente de la haíresis de Platón sin querer decir por ello nada más que lo que pensaban los platonistas. Era perfectamente posible hablar de un grupo de médicos que practicaban un cierto método de tratamiento como una haíresis. Pero esta palabra cambió muy pronto de sentido en la Iglesia Cristiana. En el pensamiento de Pablo, las herejías y los cismas iban juntos como cosas condenables (1 Corintios 11:18s); hairéseis son parte de las obras de la carne; al hereje hay que advertirle y aun darle una segunda oportunidad, pero luego rechazarle (Tito 3:10). ¿Por qué este cambio? La razón es que antes de la venida de Jesús, Que es el camino, la verdad y la vida, no había tal cosa como una verdad definitiva y dada por Dios. A uno se le presentaba un número de alternativas, cada una de las cuales se era perfectamente libre para escoger creer. Pero con. la venida de Jesús vino la verdad de Dios a la humanidad, que la puede aceptar o rechazar. Un hereje, entonces, llegó a ser una persona que creía lo que ella quería creer en vez de aceptar la verdad de Dios que debería creer. Lo que estaba sucediendo en el caso de los lectores de Pedro era que algunos autodesignados profetas estaban persuadiendo insidiosamente a la gente a creer lo que ellos querían que fuera verdad, más bien que lo que Dios ha revelado como verdad. No se presentaban como enemigós del Cristianismo. Lejos de ello. Se presentaban como los mejores exponentes del pensamiento cristiano; y era así como, gradual y sutilmente, seducían a la gente apartándola de la verdad de Dios y llevándola a las opiniones privadas de otros, que es lo que es la herejía.

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