2 Pedro 1: El hombre que abría puertas

Simeón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, os escribe esta carta a los que habéis sido agraciados con una fe igual en honor y privilegio a la nuestra propia por la justicia imparcial de nuestro Dios y Salvador Jesucristo.

La carta empieza con una alusión muy sutil y hermosa para los que tengan ojos para verla y suficiente conocimiento del Nuevo Testamento para captarla. Pedro escribe a «los que se les ha concedido una fe igual en honor y privilegio a la nuestra» -y se llama a sí mismo Symeon Pedro. ¿Quiénes eran los destinatarios? Realmente no puede haber más que una respuesta. Deben de haber sido en el pasado gentiles, a diferencia de los judíos que eran el único pueblo escogido de Dios. Los que no habían sido un pueblo en el pasado son ahora el pueblo escogido de Dios (1 Pedro 2:10); antes eran forasteros y extranjeros a la comunidad de Israel, y estaban muy lejos; pero ahora se los ha traído cerca (Efesios 2:11-13).

Pedro expresa esto muy gráficamente, usando una palabra que haría vibrar inmediatamente una cuerda en las mentes de los que la oyeran. Su fe era igual en honor y privilegio. La palabra griega es isótimos; isos quiere decir igual y time quiere decir honor. Esta palabra se usaba especialmente en relación con los extranjeros que tenían una ciudadanía completa igual a la de los nativos. Josefo, por ejemplo, dice que en Antioquía se hizo a los judíos isotimoi, iguales en honor y privilegio, a los macedonios y a los griegos que vivían allí. Así que Pedro dirige su carta a los que habían sido anteriormente gentiles despreciables, pero que ahora habían recibido derechos de ciudadanía iguales a los de los judíos, y aun a los de los mismos apóstoles, en el Reino de Dios (Cp. Efesios 2:19).

Dos cosas hay que notar acerca de este gran privilegio que se había extendido a los gentiles. (a) Se les había concedido o asignado. Es decir, no se lo habían ganado; se les había agraciado no por ningún mérito propio, sino como al que le toca un premio en la lotería. En otras palabras su nueva ciudadanía se debía exclusivamente a la Gracia. (b) Les había llegado por medio de la justicia imparcial de su Dios y Salvador Jesucristo. Les habí venido porque para Dios no hay cuna cláusula de nación mas favorecida»; Su Gracia y favor alcanzan imparcialmente a todas las naciones de la Tierra.

¿Qué tiene esto que ver con el nombre Symeon, que Pedro se llama aquí? En el Nuevo Testamento, se le llama más generalmente Pedro; se le llama a menudo Simón, que era, desde luego, su nombre original antes de que Jesús le diera el nombre de Cefas o Pedro (Juan 1: 41 s); pero solamente una vez en el resto del Nuevo Testamento se le llama Symeon. Es en el relato del Concilio de Jerusalén de Hechos 15 que decidió que había de abrirse de par en par la puerta de la Iglesia a los creyentes gentiles. Allí dijo Santiago: « Simeón ha relatado la manera en que Dios visitó por primera vez a los gentiles para tomar de ellos un pueblo para Su nombre» (Hechos 15:14). En esta carta, que empieza con saludos para los gentiles a los que se han concedido, por la gracia de Dios, privilegios de ciudadanía en el Reino iguales a los de los judíos y los apóstoles, Pedro se llama por el nombre de Symeon; y la única otra vez que se llama así es cuando aparece como el instrumento principal mediante el cual se concedió ese privilegio.

Simeón Pedro fue el que abrió la puerta a Comelio, el centurión gentil (Hechos 10); y aplicó su autoridad para que se abriera la puerta en el Concilio de Jerusalén (Hechos 15).

El glorioso servicio

Pedro se llama a sí mismo siervo de Jesucristo. La palabra original es dulos, que quiere decir realmente esclavo.

Aunque nos parezca extraño, se trata de un título, aparentemente humillante, que los más grandes hombres asumieron como un título del mayor honor. Moisés, el gran líder y legislador, fue el dulos de Dios (Deuteronomio 34:5; Salmo 105:26; Malaquías 4:4). Josué, el gran general, fue el dulos de Dios (Josué 24:29). David, el más grande de los reyes, era el dolos de Dios (2 Samuel 3:18; Salmo 78:70). En el Nuevo Testamento, Pablo es el dulos de Jesucristo (Romanos 1:1; Filipenses 1:1; Tito l: l ), un título que Santiago (Santiago 1:1) y Judas (Judas 1) también se aplican. En el Antiguo Testamento, los profetas eran los duloi de Dios (Amos 3:7; Isaías 20:3). Y en el Nuevo Testamento, los cristianos se llaman frecuentemente duloi de Cristo (Hechos 2:18; 1 Corintios 7:22; Efesios 6: 6; Colosenses 4:12; 2 Timoteo 2:24). Esto tiene un profundo significado.

(i) Llamar al cristiano dulos de Dios quiere decir que es Su posesión inalienable. En el mundo antiguo el amo poseía sus esclavos de la misma manera que poseía sus herramientas. Un siervo podía cambiar de amo; pero un esclavo no. El cristiano pertenece inalienablemente a Dios.

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