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2 de Samuel 21: Venganza de los gabaonitas

David buscó compensar el mal que Saúl había hecho a los gabaonitas. El derramamiento de sangre inocente era una profanación a la tierra en la cual habitaba Jehová. La ley implicaba de culpa al pueblo por la muerte de una persona cuyo asesino no se descubría; para expiar por esa culpa, los levitas tenían que ofrecer una ternera). Cuando se conocía al asesino, la expiación por la sangre derramada, no podía hacerse sino con la sangre del que la había derramado. Los gabaonitas pidieron a David siete descendientes de David para ahorcarlos delante de Jehová en Gabaa, el lugar de donde era Saúl. Fred E. Young afirma correctamente que este fue un acto de retribución, no un sacificio a Dios para que mandara la lluvia.

No era justo que los hijos de Saúl pagaran con sus vidas el crimen de Saúl; pero era la forma más aproximada en que la ley se podía cumplir. David escogió siete descendientes de Saúl: dos hijos de Rizpa la concubina de Saúl y cinco hijos de Merab la hija de Saúl. David perdonó la vida a Mefiboset por causa del pacto que había hecho a Jonatán. Los gabaonitas ahorcaron a estos siete en el monte delante de Jehová. Los gabaonitas consideraron el acto como un sacrificio. Matthew Henry afirma que los gabaonitas mataron a estos siete no por venganza, sino por amor al pueblo de Israel, para evitar el hambre que se había desatado, y así ofrecieron los cuerpos en sacrificio a Dios. Si los gabaonitas presentaron los cuerpos como sacrificios a Dios, éste no era un sacrificio que Dios requería. Lo que Dios ordenaba en la ley era la retribución del castigo en caso de muerte de una persona, para hacer justicia y por respeto a Dios el creador de la vida, pero no como sacrificio a Dios. En el caso de la muerte de los siete descendientes de Saúl, la muerte de ellos significaba la retribución por el crimen que Saúl había cometido, con esa retribución cesó el castigo de Dios.

Rizpa, la madre de dos de los que habían sido ahorcados, cubrió los cuerpos de los ahorcados con una manta de cilicio, el material que se usaba en tiempo de duelo y dolor. La vista era triste y dolorosa. David trató con dignidad los cuerpos de los siete que habían muerto. Los restos de Saúl y de Jonatán habían sido cuidados por los de Jabes de Galaad, ahora David mandó traer los restos de Saúl y Jonatán y los sepultó junto con los siete en Zela, en la tierra de Benjamín, en el sepulcro del padre de Saúl.

Después de la muerte de los siete descendientes de Saúl y la sepultura de éstos y de Saúl y Jonatán, Dios atendió las súplicas del pueblo en cuanto a la tierra o sea en cuanto al hambre. Aquí se demuestra una relación entre la ejecución de la justicia y el agrado de Dios. En muchas ocasiones Dios catigaría al pueblo por falta de justicia y de temor de Dios, en especial en el mensaje de los profetas se nota una relación inquebrantable entre las bendiciones de Dios y la ejecución de la justicia dentro del pueblo: el castigo de Dios era ejecutado porque faltaba justicia y santidad dentro del pueblo.

Campañas contra los filisteos

En este pasaje se mencionan cuatro batallas contra los filisteos. Debido a la edad de David, éste quedó extenuado después de la primera batalla. En cada batalla se destaca la muerte de un filisteo descendiente de Harafa. Harafa es una transliteración del hebreo, tomándose aquí como un nombre personal; pero la palabra harafa también se ha traducido como gigante o gigantes, tomándose como el singular de la palabra refaim; tradicionalmente esta palabra se ha traducido como gigantes por la descripción en Deuteronomio 2:11 como hombres altos.

David fue convencido de no pelear más debido a su vejez; la muerte de David sería una tragedia para Israel, de allí la frase no sea que apagues la lámpara de Israel. En la tercera batalla se menciona a Goliat el geteo, no necesariamente una referencia pasada al incidente de Goliat y David, sino otro gigante con el mismo nombre. En 1 de Crónicas se incluye la palabra hermano y se substituye la palabra hebrea Belén (bet hallajmi) por Lajmi, traduciéndose como Lajmi, el hermano de Goliat; la variación no es de importancia, quizás fue para evitar confusión con el Goliat de 1 de Samuel 17.

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