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2 de Reyes 6: Eliseo recupera el hacha hundida

De todas formas, Benadad de Siria, uno de varios reyes con ese nombre real pero posiblemente el mismo que atacó a Acab, mandó sitiar a Samaria, lo cual causó una hambruna en la ciudad capital. Como consecuencia hubo una inflación exorbitante demostrada por el costo excesivo en el mercado de alimentos exóticos e inmundos, como fue el caso de la cabeza del asno. Aunque Josefo sugiere que el estiércol de palomas fue precisamente eso y que se usó como un sustituto para la sal, otros sugieren otras posiblidades como alguna planta comestible o usada como leña, como cáscaras no comestibles. En otras ocasiones los desesperados aun comían excremento humano. La Biblia de Jerusalén traduce el hebreo como “un par de cebollas silvestres”. Como quiera que se identifique, se trata de más de un litro de un alimento sin sabor con un costo exorbitante. Señala así la profundidad de la desesperación del pueblo.

Durante este tiempo, mientras el rey de Israel caminaba sobre la muralla de la ciudad, una mujer le gritó pidiéndole socorro. No es posible identificar al soberano con certeza, aunque el contexto sugiere su identificación como Joram. El más alto oficial del país se sentía impotente para ayudarla con vino o granos, los productos básicos y principales de su época; igualmente le fue imposible emitir una sentencia justa que les diera esperanza. En realidad, ella no le pedía alimentos, sino más bien quería autorización para guisar al hijo de la otra mujer con quien había pactado comerlo. Aparentemente la mujer no sentía la muerte de su hijo, pero sí la injusticia de la vecina que no guardó su promesa.

Dicha petición le causó al rey mucho dolor y de momento, a la ligera, culpó a Eliseo por su dilema e hizo un juramento de acabar con el culpable. ¿Se relaciona en parte la actitud del rey con el relato anterior donde a causa de Eliseo se dejó en libertad a los soldados sirios en vez de liquidar aquella fuerza militar? Sólo si los relatos siguen una secuencia cronológica, tendría sentido. La otra motivación del rey sería de asco por el canibalismo de su pueblo hambriento que estas dos mujeres ilustran. Ya frustrado y desesperado, no esperaba ayuda de Dios; tampoco admitía su propia responsabilidad por la situación sino culpó al asesor que probablemente aconsejó la resistencia a los sirios prometiendo su liberación. Por lo tanto, precipitadamente culpó a Eliseo, el representante de Dios, y determinó matarlo, pues pudo haber prevenido el hambre y no lo hizo o supuestamente podría acabar con ella ahora si quisiera, pero no lo hacía. Ese preciso momento en vez de hacer algo para mejorar la situación se encontraba en su casa sentado como un inútil.

En realidad, en ese momento Eliseo se encontraba reunido con los ancianos de la ciudad, evidentemente discutiendo la difícil situación del pueblo de Samaria o del profeta con dos reyes en su contra. Debido a su presciencia especial, como en el caso del 6:8-12, sabía de la amenaza del rey enfurecido que le estaba acusando irracional e injustamente. Por eso ordenó que no se abriera la puerta para el verdugo del rey. ¿Tenía Eliseo miedo o sabía que el rey cambiaría de opinión? Lo más probable es que mandó cerrar la puerta anticipando un cambio en la orden del rey, aunque aun a un siervo de Dios le llegan momentos de miedo y terror, como fue el caso de su mentor Elías, quien corrió hacia el sur, lejos de la odiosa reina que le tenía cólera. Si la acción de Eliseo demuestra miedo de verdad, entonces presenta un cuadro contrario a su total confianza. De todas maneras, el mensajero del rey se acercó más rápidamente de lo que se esperaba o uno que acompañaba al rey llegó antes de cerrar bien la puerta; por lo menos con su llegada, en seguida el rey le hizo a Eliseo una pregunta, que a la vez que culpaba a Jehová por el hambre, quería saber qué anticipar en el futuro.

Eliseo respondió con la palabra profética esperanzadora informándole de que el hambre terminaría el siguiente día. La señal sería una bajada de precios en el mercado. En ese momento el precio de la cebada era el doble lo normal. Un oficial incrédulo que acompañó al rey desafió la palabra profética, y como consecuencia Eliseo respondió con otra palabra profética; ese mismo incrédulo que dudaba de las promesas de Dios sería testigo de su cumplimiento, pero no se beneficiaría de ello.

Mientras tanto, cuatro leprosos cerca de la entrada de la ciudad llegaron a la conclusión de que tendrían la misma posibilidad de sobrevivir en el campamento de los sirios que en la sombra de los morros de Samaria. Por lo tanto, al anochecer, se fueron a los cuarteles del enemigo y los encontraron desiertos. Debido a un ruido de guerra que implicaría un ejército enemigo que venía del norte —heteos— y otro del sur —egipcios— con pánico el ejército sirio huyó al este hacia el río Jordán, abandonando todas sus provisiones, armas y tiendas de campaña intactas o en el camino al Jordán. Al principio, los leprosos con voracidad se apresuraron a recoger de la abundancia para sí, pensando solamente en sí mismos; luego recapacitaron, reconociendo que sus actos egoístas no estaban bien.

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