2 de Reyes 4:1 Una mujer, de las mujeres de los hijos de los profetas, clamó a Eliseo, diciendo: Tu siervo mi marido ha muerto; y tú sabes que tu siervo era temeroso de Jehová; y ha venido el acreedor para tomarse dos hijos míos por siervos.
El historiador judío Josefo explica que esta mujer en necesidad era la viuda del profeta Abdías.
A la gente pobre o a los deudores se les permitía pagar sus deudas vendiéndose a sí mismos o a sus hijos como esclavos. Dios ordenó a los ricos y a los acreedores que no se aprovecharan de esta gente en sus momentos de necesidad extrema. El acreedor de esta mujer no estaba actuando en el espíritu de la ley de Dios. El acto bondadoso de Eliseo demuestra que la compasión va más allá del simple cumplimiento de una ley. Nosotros también debemos mostrar compasión.
Este capítulo registra los cuatro milagros de Eliseo: suministró dinero para una pobre viuda; resucitó a un niñox; purificó un alimento envenenadox; y proveyó comida para cien hombres (4.42-44). Estos milagros muestran la ternura de Dios y el cuidado sobre aquellos que son fieles.
Cuando leemos el Antiguo Testamento, es fácil centrar nuestra atención en el juicio severo de Dios sobre los rebeldes y minimizar su cuidado amoroso para aquellos que lo aman y lo sirven. El verlo obrando, proveyendo provisiones diarias para sus seguidores nos ayuda a mantener en una perspectiva adecuada su juicio severo para el que no se arrepiente.
2 de Reyes 4:2 Y Eliseo le dijo: ¿Qué te haré yo? Declárame qué tienes en casa. Y ella dijo: Tu sierva ninguna cosa tiene en casa, sino una vasija de aceite.
La vasija de aceite parece que contenía aceite de oliva, usado para cocinar y como combustible.
2 de Reyes 4:3 El le dijo: Ve y pide para ti vasijas prestadas de todos tus vecinos, vasijas vacías, no pocas.
En el antiguo Medio Oriente las mujeres eran consideradas inferiores. Pero el milagro realizado por Eliseo demuestra el cuidado y la provisión de Dios para los desamparados y discriminados. La provisión era proporcional a la fe de la mujer y a su necesidad.
2 de Reyes 4:4 Entra luego, y enciérrate tú y tus hijos; y echa en todas las vasijas, y cuando una esté llena, ponla aparte.
2 de Reyes 4:5 Y se fue la mujer, y cerró la puerta encerrándose ella y sus hijos; y ellos le traían las vasijas, y ella echaba del aceite.
2 de Reyes 4:6 Cuando las vasijas estuvieron llenas, dijo a un hijo suyo: Tráeme aún otras vasijas. Y él dijo: No hay más vasijas. Entonces cesó el aceite.
La mujer y sus hijos recogieron vasijas de sus vecinos y comenzaron a llenarlos con el aceite de una única vasija que poseían. El aceite probablemente era de oliva. Se usaba para cocinar, y como combustible para las lámparas. El aceite dejó de salir sólo cuando ya no tuvieron más recipientes. El número de vasijas que reunieron fue un indicio de su fe. La provisión de Dios fue tan grande como su fe y disposición a obedecer. Tenga cuidado de no limitar las bendiciones de Dios por falta de fe y de obediencia. Dios es capaz de dar mucho más abundantemente de lo que pedimos o imaginamos.
2 de Reyes 4:7 Vino ella luego, y lo contó al varón de Dios, el cual dijo: Ve y vende el aceite, y paga a tus acreedores; y tú y tus hijos vivid de lo que quede.
2 de Reyes 4:8 Aconteció también que un día pasaba Eliseo por Sunem; y había allí una mujer importante, que le invitaba insistentemente a que comiese; y cuando él pasaba por allí, venía a la casa de ella a comer.
En sus viajes, Eliseo pasaba frecuentemente por Sunem que estaba ubicada cerca de Jezreel. En contraste con la pobre viuda de Abdías (vv. 1-7), esta sunamita era una mujer importante (lo cual implicaba que era muy influyente) y tenía marido.