Esto se puede percibir en los casos de Egipto, Siria, Asiria, Babilonia, Persia, Grecia y Roma. Todas estas naciones vivieron sus épocas de prominencia y poder, pero se desintegraron y fueron sepultadas.
¿Qué pasó con Asiria? Durante varios años fue la nación más poderosa del Cercano Oriente, y fue una amenaza constante para Judá después de conquistar a los habitantes de Israel y tomar la ciudad de Samaria en el 722 a. de J.C.
Ahora vemos que la nación de Babilonia ha tomado el lugar de prominencia que anteriormente ocupaba Asiria. El rey Nabucodonosor es el actor principal que destruyó la ciudad de Jerusalén y conquistó a los habitantes, llevando a muchos a Babilonia en el destierro.
Las lecciones de la historia nos enseñan que ha habido muchos poderes mundiales, pero todos han sufrido el menoscabo y la desintegración, y muchos comentan que fue el menoscabo interno y no la amenaza de naciones ajenas lo que trajeron su destrucción. Esto es una lección para nosotros. Debemos promover los altos valores morales y espirituales si esperamos que nuestra civilización permanezca. Mucho depende de los líderes políticos y religiosos. Ojalá nuestros líderes sean personas que “hacen lo bueno ante los ojos de Jehová” y no al contrario.
El incendio y despojo del templo. Ocho años más tarde, Nabuzaradán, un capitán de la guardia de Nabucodonosor que también fue especialista en demolición, llegó a Jerusalén. Incendió el templo, el palacio y las residencias de la ciudad capital y destruyó los muros. Se llevó más de 8.000 al exilio en Babilonia, que eran la mayoría de los habitantes restantes de Judá, con excepción de los más pobres que se quedaron como viñadores y labradores; estos asegurarían una continuidad en el cultivo de la tierra.
Las partes del templo hechas de bronce fueron despedazadas para llevar a Babilonia como metal mientras que los utensilios de bronce, oro y plata fueron llevados sin ser destruidos. Fue tanto el valor que no era posible calcular la gran cantidad de bronce de las dos columnas, la fuente y las bases de las pilas móviles.
La paciencia de Dios se había acabado, y esto con renuencia y solamente después de 400 años (desde que Salomón comenzó a desobedecer a Dios e introducir la idolatría en su país) y después de enviar con frecuencia sus profetas con sus palabras proféticas. La brutalidad en la destrucción del pueblo de Dios no fue tan cruel cuando uno se acuerda de que de verdad elSeñor fue paciente con su pueblo. Pero la desobediencia obstinada y constante de ellos no se podía pasar por alto para siempre. Este desenlace nos hace ver que es peligroso para un pueblo desobediente dar por sentado la gracia y la misericordia de Dios.
El pueblo desterrado a Babilonia. Nabuzaradán también llevó a otros habitantes de Jerusalén a Ribla ante Nabucodonosor, incluso a los dos sacerdotes principales, a tres guardias, a un oficial encargado de los hombres de guerra, a cinco íntimos amigos de Sedequías, al escriba o comandante principal del ejército y 60 hombres del país. Después de herirlos, los mató. Al contrario de lo que sucedió en el caso de Israel bajo Asiria, Babilonia no transfirió nuevos grupos étnicos a Judá, sino que el país quedó casi despoblado con su centro en Mizpa de Benjamín, que evidentemente no había sufrido daños sino que quedó intacta.
El gobernador Gedalías, el conflicto interno del pueblo restante de Judá y su huida a Egipto