2 de Reyes 20: Enfermedad de Ezequías

Pensando únicamente en el momento en que vivía y en su propio bienestar y seguridad, Ezequías respondió con palabras egoístas; no le preocupaban las generaciones futuras; lo que ahora le importaba en realidad era su propia comodidad y sus propios intereses; esta vez tampoco buscó al Señor en oración como en otras ocasiones desafiantes. Expresó su conformidad con las palabras proféticas y esto demostró su disposición a someterse con humildad y resignación a su Dios y a su voluntad, para bien o para mal. Dijo que la palabra de Dios era buena (“apropiada, bien dicha”) aunque significaba la ruina en el futuro. Tal vez se conformaba con más rapidez debido a la promesa de un hijo.

Cabe señalar que estas palabras proféticas hicieron claro que la protección de Jerusalén en los tiempos de Senaquerib no garantizaba su invulnerabilidad para siempre. Aun cuando Dios una vez estaba dispuesto a protegerla por el nombre de Jehová y de David, no existía garantía absoluta para el futuro. En el capítulo anterior hicieron claro también que si alguna vez Jerusalén caía, no sería por la impotencia de Dios, pues él siempre estaba en control. La protección de Jerusalén y este evento presentan dos perspectivas diferentes sobre la liberación milagrosa de Jerusalén. El primero, no solo subrayó el amor de Dios por la dinastía davídica, sino también señaló la importancia de la oración, la obediencia y la lealtad a Dios. El segundo, advirtió que no tomara por sentada la protección de Dios. La liberación del poder de Senaquerib no era un precedente que obligaría a Dios a actuar de la misma manera en el futuro, y definitivamente no fue así cuando se trataba de los babilonios. Dios era libre para extender su gracia y misericordia cuando quería.

Existe otra implicación aquí y es el paralelismo entre Ezequías y Judá. Si el rey representaba la nación, entonces de la misma manera que Dios extendió la vida de él, también lo haría para la nación. Aunque los dos fueron milagrosamente libertados, Ezequías y su pueblo no tomaron en serio la amenaza del juicio que se aproximaba. Por lo tanto, la nota final de este capítulo fue una de tragedia y ruina inminente. Dios, en su libre determinación, pudo posponer el día de la condenación. Se pudo evitar el juicio, pero al final su reinado, que había comenzado con gran promesa, terminó con una advertencia de una futura amenaza para Judá. De hecho, fue la gracia de Dios la que al modificar su plan original hizo posible que su vida se alargara, y una parte del fruto de ella fue su hijo Manasés, el peor apóstata que jamás reinó en Judá. ¿Será que Dios siempre sabía lo mejor para su pueblo y que aunque respondió con compasión, en realidad no fue lo que convenía a Ezequías y a su pueblo? Si hubiera respondido con resignación o sumisión humilde desde el mismo momento del anuncio de su muerte en vez de al final de la visita diplomática, ¿no hubiera sufrido el pueblo de Dios el largo reinado de un apóstata tan rebelde?

Otros logros de Ezequías y el desenlace final. Antes de su muerte Ezequías construyó el estanque y el canal para llevar el agua a la ciudad. Lo hizo en un esfuerzo de hacer la ciudad más segura contra ataques de futuros enemigos de la nación. Serviría para proveer agua al interior de la ciudad en caso de un sitio prolongado de Jerusalén. El túnel de agua de cerca de 580 m. de largo se descubrió en 1880 todavía intacto, con una descripción esculpida en la pared describiendo su construcción. Su hijo Manasés reinó en su lugar.

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