Como quiera, en vez de someterse con humildad ante el mensaje de Dios, se entristeció y se amargó ante la noticia; sin embargo, conforme a su costumbre, oró al Señor. No oró como hacía antes pidiendo que Dios vindicara el nombre divino; tampoco fue una oración de arrepentimiento o de remordimiento; más bien le recordó su fidelidad y sinceridad al servicio, usando términos que lo identificaban con el rey David. Destacó dos características de su caminar delante de Dios. Primero, caminaba en verdad (emet, confiabilidad, estabilidad) o con lealtad; tenía una relación sincera con Dios; había sido confiable. Había servido siempre al verdadero Dios y nunca a los dioses falsos que eran representados por imágenes. Segundo, caminaba delante de Dios con un “corazón íntegro”. Su conciencia estaba enteramente limpia; estaba bien con su Dios. No había nada de duplicidad o engaño en su fe. Tercero, había hecho lo bueno ante los ojos de Dios.
Este tipo de oración en la cual Ezequías le rogó a Dios que recordara sus virtudes, estaba conforme con la práctica de su época. Una petición para la sanidad estaba implícita en vez de explícita; las lágrimas subrayaron su sinceridad y desesperación.
En seguida, Dios respondió a la oración. Además de que Ezequías saliera a la calle, el Señor le dijo que regresara donde el rey con la segunda palabra profética, una de esperanza y promesa. Su oración, que conmovió a Dios mismo, cambió su destino. También Dios contestó su otra oración y eso cambió el destino de su país. Esta segunda palabra profética fue más que una revocación de la primera, porque le prometió una visita al templo, una extensión larga de su vida y la protección para Jerusalén. Las palabras proféticas eran que se sanaría, que se restauraría su salud dentro de tres días y que podría adorar a Dios en su templo de nuevo. Además, le prometió 15 años más de vida sin preocupación por el rey de Asiria. Eso significaba que Dios protegería la ciudad de Jerusalén por amor a sí mismo y a David. Cabe señalar que en parte su sanidad también respondía a las promesas de Jehová a David (nagid = soberano, príncipe) y Dios de tu padre David]. De esa manera, en un sentido corrigió la oración egocéntrica de Ezequías haciendo claro que en ese momento su protección a la ciudad respondía a valores más allá que simplemente la persona del rey.
Se desconoce la naturaleza exacta de la enfermedad de Ezequías, pero es claro que se trataba de una de la piel. La misma palabra heb. se usó para la plaga de úlceras en Egipto, el juicio prometido por romper el pacto y las llagas malignas de Job. En seguida Isaías mandó traer la mejor medicina con el propósito de aplicarla en la llaga afectada. En ese tiempo se aplicaba una pasta de higos a las infecciones con el fin de sacar el veneno de una herida o un furúnculo. Note que el profeta reconocía el valor no solo de la oración sino también de medios físicos para efectuar la sanidad. Otras veces, para otras dolencias, se usaron otros medios como el baño en el río y la harina en la olla.
Después de la aplicación de la pasta, sanó la llaga infectada, dejando al rey todavía débil. Para Ezequías, la sanidad de su cuerpo no fue una señal suficiente para asegurar el cumplimiento de las otras dos promesas. Por eso, mientras estaba convaleciendo, Ezequías le pidió al profeta una señal que le garantizaría el cumplimiento de las palabras proféticas. Una señal era un apoyo y una garantía de una acción divina inminente. Fue un evento físico con un significado más allá de sí mismo; frecuentemente involucraba un evento ordinario que implicaba algo extraordinario.
¿Demostraba así por su pregunta una falta de fe y confianza en Dios? Posiblemente no, ya que anteriormente se le había ofrecido una señal. ¿Demostraba un estado mental confuso de parte de Ezequías por haber recibido una segunda palabra profética que revocababa una que fue supuestamente autoejecutable? Como quiera, en este caso Isaías le permitió escoger entre dos señales: ¿que avanzara la sombra diez gradas, o que retrocediera? Ezequías selecionó la señal más difícil de lograr: que la sombra retrocediera (vv. 7-10), y eso indicaría el retroceso del tiempo. Si Jehová tenía el poder de hacer que el tiempo fuera para atrás, cuanto más podría alargar la vida del rey y proteger a Jerusalén. Sin demora, Isaías pidió esa señal. Dios se la concedió y en un instante su gran poder hizo que la sombra retrocediera unas diez gradas en la gradería de Acaz. Las mismas palabras en cuanto a la señal (Esta señal tendrás) fueron dirigidas también a Moisés en su llamamiento, a Elías al anunciar la caída de su familia y a Ezequías anteriormente en relación con el sitio de Jerusalén.