Comprometidos a Sembrar La Palabra de Dios

2 de Reyes 18: Judá hasta el exilio en Babilonia

A la edad de 69 años comenzó a viajar alrededor del mundo, predicó en 42 países y a más de tres millones de personas. En uno de sus viajes a Canadá había retraso por causa de la neblina y le dijo al capitán del barco que necesitaba estar en Quebec tal día; el capitán le respondió que era imposible. Jorge Müeller le dijo: “Durante 57 años, nunca dejé de estar en el lugar y a la hora que me había comprometido”. Después de orar para que Dios quitara la neblina le dijo al capitán: “Capitán, conozco a mi Señor desde hace 57 años, y no ha habido un sólo día en que yo no haya tenido audiencia con el rey”. Al terminar de orar, la neblina había desaparecido y pudo estar en el lugar a tiempo. En 1898, a la edad de 93 años, fue llevado a la presencia de Dios uno de los más grandes hombres de fe que haya conocido el cristianismo.

Las promesas proféticas seguras después de la primera misión diplomática de Senaquerib

Senaquerib no solo aceptó todo el tributo sino también exigía la rendición de Jerusalén. Por lo tanto, con perfidia envió de Laquis a tres oficiales importantes con un poderoso ejército y amenazas. (Algunos eruditos creen que esta misión oficial de los asirios y la narrada en 19:8-37 son en realidad una sola, representada por dos tradiciones o versiones diferentes pero que la segunda fue la más desarrollada. Entre las diferencias, las más obvias se tratan del ángel del Señor y la oración detallada de Ezequías.) Por medio de la intimidación esperaba que Jerusalén se rindiera sin pelea. El Tartán era el comandante en jefe del ejército asirio y como tal, segundo en mando después del rey. El Rabsaris era el lugarteniente del rey en asuntos militares o civiles y el Rabsaces el edecán del rey en asuntos militares. (Algunos comentaristas opinan que era como un ministro de relaciones exteriores.) Probablemente no son sus nombres, sino títulos oficiales de los miembros de la misión diplomática. Al llegar a Jerusalén, salieron tres oficiales judíos con alto rango para recibir su mensaje. Eran Eliaquim hijo de Hilquías, el administrador del palacio, Sebna, el escriba, y Jóaj hijo de Asaf, el cronista. Como administrador del palacio, Eliaquim era un miembro importante del círculo más íntimo de los asesores reales.

Probablemente por su fluidez en el lenguaje de Judá le tocó al Rabsaces, el tercero en rango en la jerarquía asiria, comunicar el siguiente mensaje amenazante del gran rey de Asiria. ¿Era el Rabsaces de descendencia israelita, de una familia noble exiliada a Asiria, y por eso su facilidad en el lenguaje? Como quiera, su intención como propagandista fue causar una división entre los habitantes de Judá, debilitar la voluntad de la resistencia y conquistar a Jerusalén sin tener que utilizar el poderoso ejército. El arrogante argumento fue esencialmente cuádruple, atacando las bases religiosas, políticas y militares de la resistencia. Primero, si Judá se estaba rebelando por algún sentimiento de seguridad, estaba mal, ya que confiar en Egipto significaba ubicar mal la fe; equivaldría a depender de una caña astillada o cascada que al apoyarse en ella, se le clavaría y le atravesaría la mano). Eso mismo había sido la amarga experiencia histórica del pueblo de Dios anteriormente. Por otro lado, si estaba confiando en Jehová, era un error, ya que Ezequías ya había destruido sus lugares de culto en Judá y ordenado a la gente que adorara solo en Jerusalén. Tampoco podría confiar en su fuerza militar, porque no tenía los jinetes para montar 2.000 caballos regalados por el rey de Asiria. Tampoco vendrían refuerzos de Egipto (vv. 23, 24). Además, Jehová le había ordenado a Asiria que atacara y destruyera a Ezequías; de manera que el mismo Senaquerib era un agente de destrucción de Dios.

Las premisas del argumento del Rabsaces tenían una lógica difícil de refutar, de hecho parecía irrefutable. El mismo libro de 2 Reyes narraba situaciones que demostraban la imposibilidad de confiar en Egipto y subrayaba la falta de un poderoso ejército israelita para defenderse. Además, algunos no estaban de acuerdo con la centralización del culto en la ciudad capital. También los libros de los Reyes hacen claro que a veces los ejércitos extranjeros hacían la voluntad de Dios y esto podría explicar por qué la fe y la reforma de Ezequías no daban evidencia de ayudarles.

Ayúdanos a continuar sembrando La Palbara de Dios

WebDedicado ha sido autorizado a recaudar los fondos para continuar con La Gran Comisión


Deja el primer comentario

Otros artículos de Nuestro Blog

Que pueden ser de interés para ti de acuerdo a tus lecturas previas.