La coronación de Joás en Judá y la primera reforma popular
La usurpación incompleta del trono por Atalía
La revolución sangrienta en el norte tuvo sus repercusiones menos violentas en el sur, donde murieron solamente dos personas (Atalía y Matán), aunque las dos se parecían en que se mataran reinas malvadas y se destruyeran templos de Baal. Sin embargo, la transición de poder en el sur siguió un rumbo más constitucional. Un legítimo sucesor de David se sentó en el trono después de un intervalo de seis años, es decir, ascendió al trono en el séptimo, el año tradicional de la restauración.
Hay otros contrastes entre las dos revoluciones. Mientras Jehú fue un usurpador, Joás fue un legítimo heredero de David; mientras la unción de Jehú se hizo en secreto por unos militares, la de Joás se hizo a la luz pública con la participación del pueblo; mientras Jehú quedó satisfecho con la violenta destrucción del baalismo, Joás tomó el paso adicional de restaurar el templo de Jehová usando su sabiduría administrativa en vez de su poder político; mientras Hazael de Siria se apoderó de territorio israelita, recibió únicamente un tributo de Judá; mientras que el cronista calificó a Jehú como malo, porque siguió las prácticas religiosas de Jeroboam, a Joás se le calificó como bueno, porque siguió a Joyada el sacerdote; mientras la palabra profética sirvió de motivación principal para la revolución en el norte, en el sur las promesas de Dios, el renovado pacto y el deseo de tener una dinastía legítima fueron la inspiración fundamental; mientras que el líder principal en el norte fue un valiente soldado profesional que unía el pueblo en nombre de Jehová, el del sur fue un sacerdote leal a Jehová y un buen organizador de la oposición.
Cuando la inescrupulosa y sanguinaria Atalía oyó que su hijo Ocozías, el rey de Judá, fue asesinado a manos de Jehú, actuó sin demora con el fin de conservar su propio poder como reina, aunque este fuera ilegítimo. Destruyó todo el resto de la familia davídica excepto un niñito que Josaba, la hermana de Ocozías, mantuvo escondido en un dormitorio del templo por seis años. Durante esos años Atalía, hija de Acaz de Israel y la única sobreviviente de dicha familia, ejerció el poder real. Aunque su nombre quiere decir “Jehová es exaltado”, eso no influía en nada en su personalidad y carácter, porque era tan perversa y malvada que mató a sangre fría a sus propios nietos para retener el poder del trono, una tarea ya simplificada por el asesinato de muchos de ellos por Jehú. Por eso se le ha señalado como una mujer oportunista. ¡Qué ironía que la única mujer entre los reyes de Judá e Israel, y que llevaba un nombre de exaltación a Dios, fuera precisamente la que organizó la secta baalista en la ciudad capital de Judea y trató de destruir la línea davídica (y el único usurpador en el reino del sur)!
Contrastado con dicha villana está Josabet, la esposa valiente de Joyada y tía del niñito. Cuando se percató de los planes de Atalía, escondió al pequeño Joás con su nodriza en un dormitorio del templo, un lugar seguro de la reina baalista, por seis años. De modo que la misma hija o hermanastra de la reina fue la salvadora del heredero de la dinastía davídica. Por medio de ella Dios cumplió su promesa como también lo hizo por medio de otros herederos como Isaac y Moisés. Además, como el profeta Samuel, durante la niñez de Joás su hogar fue el templo donde veía constantamente a los sacerdotes con sus vestimentas blancas, escuchaba cantar los salmos, olía los olores de los sacrificios diarios y oía los sonidos de los mismos, el júbilo de los que adoraban a Dios y la lectura de las escrituras sagradas. Fue en el templo donde Josabet ayudaba a moldear la pureza e inocencia de la fe y el carácter moral del futuro rey.