2 de Crónicas 4: El mobiliario, los atrios y los utensilios

Aunque solo el cronista menciona los diez candelabros de oro (versículo 7), en contraste con lo de 1 de Reyes 7:49, se entiende que estos estuvieran colocados sobre diez mesas en las mismas ubicaciones cardinales, indicando la presencia de Dios en Israel y en Judá, (versículo 8). Las diez mesas simbolizaban la armonía restablecida y la continua comunión del creyente con Dios;

Esto puede ser también un tipo y promesa del compañerismo íntimo en el reino celestial y escatológico.

Los tazones de oro (versículos 8, 9) servían para contener la sangre de la aspersión y las ollas para cocer la carne de los sacrificios, las palas para remover las cenizas del altar y las tenazas para manejar la carne. Es importante notar aquí que el atrio de los sacerdotes, el gran atrio y las puertas del atrio se refieren al mismo pasaje indicado en 1 de Reyes 7:12.

Cabe observar también que cuando el cronista se ocupó de su narración, sólo los sacerdotes entraban al atrio interior debido a la influencia de Ezequiel. El “gran atrio” era ocupado por el pueblo. Esto en ninguna manera elimina la idea embrionaria sobre el sacerdocio universal del creyente, mediante el cual todos tendrían acceso directo al Padre.

La afirmación: Salomón también hizo todos los utensilios de la casa de Dios (versículo 19) debe leerse: “Salomón también supervisó toda la obra”. El resto del pasaje, incluyendo el 5:1, es un resumen de toda la labor desplegada por Salomón concerniente al mobiliario del templo, indicando la acción concreta del rey de que lo que se había hecho para Jehová debería permanecer como tesoro de Jehová, en “la casa de Dios”.

Una nota marginal cabe aquí: Salomón no comprendió que “no todo lo que brilla es oro ni tiene permanencia”. El esplendor exterior del templo de Salomón para Jehová pronto sería opacado por la corrupción interna de sus sacerdotes y por las malas obras del pueblo. El rey nunca comprendió el mensaje profético de un nuevo orden y un nuevo estilo de vida establecidos por Dios para su pueblo: “…Que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo… de modo que comprobéis cuál sea la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta”. ¡Esta es la voluntad de Dios para con sus templos vivientes! No obstante, el rey hizo una demostración elocuente de lo que es capaz de hacer un corazón generoso para con Dios.

La fuente de bronce fundido

En el tabernáculo, esta especie de gran pilón estaba colocado “entre el tabernáculo de reunión y el altar…”. En el ritual establecido, esta fuente jugaba un papel importante. El sumo sacerdote, como también sus hijos se han de lavar las manos y los pies, tanto al hacer el oficio en el altar de los holocaustos como al entrar al lugar santo, “para quemar la ofrenda encendida para Jehová”.

Nuestro texto es algo parco en cuanto al propósito de lo que aquí se nombra como fuente de bronce fundido (versículo 2). Por eso, se ha acudido al texto del éxodo. Sin embargo, este recipiente de agua del templo, por ser ya un lugar estable, se asienta sobre doce bueyes, mientras que la fuente del tabernáculo tiene como sustento una base de bronce que, curiosamente, está hecha “de los espejos de las mujeres que velaban a la puerta del tabernáculo de reunión”.

Con esta imagen en la mente, fijamos la atención en el propósito central de esta fuente de bronce fundido: lavamiento de pies y manos de los sacerdotes.

Era imprescindible este lavamiento para ministrar a Dios. Se le ministraba en el altar, afuera, con los pecadores, aceptando sus ofrendas para ser quemadas en propiciación por sus pecados, y se ministra a Dios, allá dentro del tabernáculo, en el lugar santo, tras la primera cortina.

    Páginas: 1 2 3 4

Ayúdanos a continuar Sembrando La Palabra de Dios

WebDedicado ha sido autorizado a recaudar las donaciones para continuar con La gran Comisión.


Deja el primer comentario