2 de Crónicas 36:23 «Así dice Ciro, rey de los persas: Jehová, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra, y me ha mandado que le edifique Casa en Jerusalén,[s] que está en Judá. Quien de entre vosotros pertenezca a su pueblo, que sea Jehová, su Dios, con él, y suba allá».
Ciro hizo esta proclamación cuarenta y ocho años después de que el templo fuera destruido (36.18, 19), en el año que conquistó Babilonia. El libro de Esdras relata la historia de esta proclamación y el regreso de los cautivos a Judá.
Los desdichados reinados de Joacaz, Joacim, Joaquín y Sedequías
Al morir Josías, lo sucedió en el trono su hijo Joacaz, cuyo reino duró sólo tres meses. Consecuente con su preferencia por dar un buen trato aun a los reyes malos, el cronista omite los detalles de la narración de 2 de Reyes 23:30-35. No hay duda alguna que los que lo proclamaron rey ya habían vuelto a sus prácticas idólatras “conforme a todas las cosas que habían hecho sus padres”.
La derrota sufrida por Josías a manos de Necao convirtió a los egipcios en un poderío militar supremo sobre Judá. Como una señal de la justicia divina, la destitución de Joacaz marca el fin del gobierno independiente en Judá.
El consenso del pueblo al escoger al hijo más joven sobre Eliaquim, el mayor, no gustó al conquistador. Necao depuso a Joacaz y colocó en el trono al hermano mayor, cambiándole el nombre a Joacim, e imponiéndole el pago de impuestos. La autoridad que el conquistador tenía para cambiar el nombre de sus súbditos era indicación de que había un señorío también sobre la persona del individuo.
El telón de la historia que hasta ahora se abría y se cerraba para exponer el reinado de los monarcas de Judá estaba por cerrarse durante 450 años. Sólo después de este tiempo los judíos volverían a gozar de la libertad política bajo los macabeos. Necao llevó a Joacaz cautivo a Egipto, donde murió.
Joacim tenía 25 años cuando comenzó a reinar y reinó 11 años en Jerusalén. El pasaje paralelo se encuentra en 2 de Reyes 23:36-24:7. Su acceso al trono sella la determinación de Dios de enviar a su pueblo al cautiverio en Babilonia, ya que durante su reinado el poderío egipcio pasó a manos del dominio babilónico.
Durante sus 11 años de reinado, Joacim hizo lo malo ante los ojos de Jehová su Dios. Sus acciones funestas incluyeron: el cobro de un impuesto al pueblo para poder pagar tributos al faraón, mientras él mismo vivía rodeado de mucho lujo; injusticia y opresión contra los pobres y persecución de los profetas que Dios enviaba para recriminarlo por sus pecados.
Indudablemente, el profeta Jeremías, que había profetizado durante el reinado de Joacim, indica que Dios habría salvado a Judá si el pueblo se hubiese arrepentido; pero, cuando Joacim quemó la Palabra de Dios, se confirmó la profundidad del abismo espiritual en el cual se hallaba cautivo.
Los babilonios habían conquistado Nínive, la capital asiria, en el 612 a. de J.C. El Imperio Babilónico dirigido por Nabucodonosor y su padre extendió su influencia por todo el Medio Oriente, hasta Egipto. En la primavera del 609 a. de J.C. Nabuconodosor derrotó a Necao en Carquemis.