En los días de Asa, su reino gozó de una paz que duró diez años, es decir del 910 hasta el 900 a. de J.C., antes de la invasión de Zéraj. Esta paz era el premio de Dios para Asa por su primera reforma porque hizo lo bueno y lo recto ante los ojos de Jehová su Dios. Siguiendo la legislación mosaica, Asa quitó los altares de culto extraño y los lugares altos. Pero el pueblo continuaba recurriendo a ellos mucho después de la purga real. Las piedras rituales parecían tener relación con el culto a Balaam, uno de los dioses de la fertilidad. Los árboles rituales de Asera eran dioses de madera, también asociados con Baal, que fungían como esposas de Baal.
La orden de buscar a Jehová y poner en práctica la ley y los mandamientos indica una determinación de erradicar todo vestigio de idolatría y perversión en la vida religiosa de Judá. Según, Asa “barrió del país a los varones consagrados a la prostitución ritual y los ídolos de sus padres”. Su abuela Maaca rendía culto a una “monstruosa imagen de Asera”. La aparente discrepancia en llamar madre a la abuela de Asa, corresponde al uso semítico. Esta situación hacía más difícil la tarea de llevar a cabo una reforma duradera. Quitó los lugares altos y los altares de incienso de todas las ciudades de Judá. Según descubrimientos recientes, estos altares de incienso eran muebles para el incensario, que fueron más tarde trasladados al templo de Jehová (Albright).
La fidelidad de Asa fue premiada con un considerable tiempo de paz, en el cual se dedicó a fortificar las ciudades. Los 300.000 soldados de Judá, diestros en el manejo de escudos grandes y de lanzas y los 280.000 de Benjamín, de escudos pequeños y arcos, eran hombres valientesx. Estos eran hombres con un entrenamiento especial, como los célebres comandos de asalto de la actualidad. Asa se hallaba preparado para enfrentarse a Zéraj, el etíope, cuya fuerza armada era de 1.000.000 (versículo 9). Los etíopes o cusitas servían como mercenarios egipcios quienes más tarde llegaron a reinar en Egipto. Zéraj, siguiendo la práctica de Sisac, se dedicó al pillaje y saqueo de ciudades.
En el valle de Sefata, Asa reunió a sus tropas para la gran batalla. Aunque no es posible identificar este valle, se sabe que estaba cerca de Maresa, ciudad ubicada entre Gaza y Jerusalén. Roboam la había fortificado, temiendo una invasión como la que estaba por darse, Zéraj ya había emplazado su ejército cerca de Maresa.
No hay otro como tú para ayudar (versículo 11) es una afirmación de la confianza total en la mano liberadora de Jehová. En el campo de la fe, Dios es el Dios de lo imposible. Dios destruyó al enemigo, sembrando la confusión que condujo a la huida masiva. Luego regresaron a Jerusalén, puesto que el enemigo desde Egipto no volvería a molestar más, sino hasta pasados 160 años. El ejército de Asa los persiguió hasta Gerar, al sudeste de Gaza, supuestamente en su huida a Egipto. Cayeron sobre las tiendas de los que tenían ganado es una clara indicación de que Asa desea controlar la economía de esta gente nómada, para así impedir más aventuras guerreras contra Judá.
Jeroboam I (una semblanza) En algún momento Salomón conoció a Jeroboam. Le entusiasmó el observar las capacidades del entonces joven Jeroboam. Le encomendó la responsabilidad “de la casa de José”, esto es, las tribus de Manasés y Efraín, que ocupaban las montañas en la parte central de Palestina.
La breve pincelada que el cronista da acerca del carácter de Jeroboam —valiente, esforzado, activo— hace pensar con bastante fundamento que otra virtud que habría de acompañarle será la de leal; la de fiel a una tradición religiosa.
Hubo un acontecimiento en la vida de Jeroboam que iba a poner a prueba su carácter, y ese momento tuvo lugar en ocasión de su regreso de Egipto, una vez muerto Salomón. La respuesta de Roboam a la solicitud de Jeroboam es la clave en la vida del que sería el primer rey del reino dividido.