Primera de Samuel 11: Saúl derrota a los amonitas

Jabes de Galaad fue un pueblo unos 40 km. al sur del lago de Cineret o Galilea y tres a cuatro km. al este del Río Jordán. El territorio originalmente pertenecía a la tribu de Gad y a la tribu de Manasés aunque mucho antes se hizo famoso por el pacto que hizo Jacob con su suegro Labán. Galaad se refiere a un montón (de piedras) que sirve de testimonio (ver Gen_31:48). Jabes en hebreo es seco. Aunque los amonitas sitiaron a Jabes, la ciudad antiguamente se gozaba de una posición bastante fuerte y se hubiera requerido tiempo para poderla vencer. Tanto los amonitas como los de Jabes sabían esto. Por eso, cuando se propuso que se les diera siete días de plazo, el enemigo accedió. No hubo alternativa. Siete se ve como un número especial para Israel y en toda la Biblia tiene una sanción divina. Además Amón estaba seguro de que nadie vendría a socorrer a Jabes. Y si no hubiera sido por el llamamiento y capacitación del Espíritu de Dios, nadie hubiese venido. Eso es evidente por el versículo 4. La primera reacción del pueblo fue llorar. La palabra tiene que ver con algo que fluye y describe la abundancia de lágrimas derramadas. Especialmente se encuentra empleada en contextos donde lloran por los muertos como en Génesis 23:2; 37:35 y 50:3. Parece que ellos ya lamentaban como si Jabes estuviera ya muerto, y no guardaran ninguna esperanza de su liberación.

Una extraña exigencia

Saúl acababa de ser ungido por Samuel como rey de Israel. Su trono estaba en peligro. Las poderosas y malvadas fuerzas de Nahas (Serpiente) el amonita ya estaban instaladas en el campamento frente a Jabes de Galaab. Las fuerzas de esta «serpiente» eran mucho más superiores que la de esta ciudad. El pasaje describe cómo los hombres de Jabes de Galaad buscaron la paz con Nahas: «Haz alianza con nosotros y te serviremos.» ¿Cuál fue la propuesta de Nahas?: «Con esta condición haré alianza con vosotros, que a cada uno de todos vosotros, saque el ojo derecho, y así pondré en ridículo a los israelitas.»

Jabes de Galaad quiere decir «monte del testimonio», y lo que esa serpiente quería destruir para siempre era el testimonio del pueblo de Dios. La analogía es evidente. Si Satanás no puede destruir la fe del creyente, por lo menos buscará que este haga concesiones, querrá obligarnos a negociar aceptando su poder sobre nosotros. El precio es muy alto: “le costó un ojo de la cara” se suele decir cuando el precio es desproporcional.

Detrás del aspecto simbólico y de humillación, se ocultaba una cuestión de orden práctico. En aquel entonces los guerreros peleaban con la espada en la mano derecha y el escudo en la izquierda. Este los protegía casi completamente contra los ataques y estaba diseñado para que lo mantuvieran contra la cara, dejando libre solamente la visión del ojo derecho. Por esta razón Nahas quería que todos los guerreros de Jabes de Galaad (monte del testimonio) perdieran el ojo derecho. En realidad estaba tratando de destruir sus posibilidades de ataque y defensa. El caso práctico se repite en nuestros días cuando ante la duda en cuestiones de conducta y testimonio se suele decir: «Yo no veo ningún mal en este asunto» ¡y puede ser! porque ya le sacaron el ojo derecho. ¡Cuidado con las alianzas con el mundo!

La salvación de Jabes

La reacción de Saúl al venir del campo fue otra. Se encendió de ira. Quiere decir que se emocionó. La palabra viene de “respirar fuerte”, exhalar o resoplar. Describe la agitación e indignación de sus fuertes sentimientos. Los amonitas tenían fama de ser crueles. Amos 1:13 comenta casi tres siglos después de Saúl, que habían cometido la barbaridad de abrir los vientres de las mujeres encinta en Galaad. Najas iba a recibir el rendimiento de Jabes a costo del ojo derecho de sus hombres. Tendría el fin de imposibilitarles la actuación como guerreros puesto que el ojo derecho sería necesario para apuntar sus armas y para ver asomados de detrás de su escudo.

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