2 de Reyes 16: Reinado de Acaz

La ofensa religiosa más grave aparece primero en la lista de sus actos abominables. Fue aun peor que los reyes de Israel; practicó la ceremonia infame de quemar a su primogénito como sacrificio (holocausto) como lo hacían las naciones cananeas paganas; era una violación a la ley. Evidentemente, se trataba del dios Moloc. Este crimen, cometido por primera vez por un rey de Judá, lo vinculó con los pecados de Israel y con Manasés. También él mismo quemaba incienso y ofrecía sacrificios en las colinas y bajo los árboles. Esto probablemente era una caracterización de los ritos de fertilidad de los cananeos, que eran acompañados por actos de indulgencia sexual. Su reinado devastador equivalía a dar un paso atrás después de la reforma de su padre; era un retorno a las prácticas cananeas que prevalecían antes de la conquista de la tierra prometida. El único rey de Judá que lo sobrepasó en maldad fue su nieto Manasés.

En el ámbito internacional, los reyes de la alianza entre Siria e Israel atacaron a Judá en ambos lados del río Jordán. Se la llamó guerra siroefrainita. Como resultado, Acaz cedió Eilat a los sirios y más tarde fue cedida a los edomitas; como consecuencia, los esfuerzos de su padre y su abuelo por extenderse al sur dieron marcha atrás. En esta relación, por primera vez aparece la designación de judíos, los súbditos del reino de Judá. Cuando los sirios se unieron a los israelitas para atacar a Jerusalén, creando así una amenaza seria para Judá, Acaz pidió la ayuda de Tiglatpileser de Asiria, la superpotencia de su día. Acaz afirmó ser su siervo e hijo leal, expresiones típicas de respeto y sumisión. La palabra siervo sugiere la relación de servidumbre y dependencia; al unirla con hijo se modifica, despertando sentimientos paternales hacia él. La ley prohibía el chantaje, ya que distorsionaba el juicio justo. Para reforzar su petición de ayuda, le mandó la plata y el oro del templo y del palacio como regalo o como soborno. Esta acción de pedir ayuda de otro país más poderoso ocurrió también bajo Ezequías y Menajem, pero el aspecto de soborno solo ocurrió en la guerra entre Asa y Baasax. Siguió una política de apaciguamiento, ofreciendo voluntariamente someterse al asirio. Tiglatpileser III lo escuchó, conquistó a Damasco, mató a su rey Rezín y desterró a los habitantes. El salvador de Judá hoy iba a ser su destructor en el día de mañana. Como quiera, los reyes de Siria e Israel vencieron a Acaz en la capital, a pesar de que se perdiera el puerto de Eilat. El valiente profeta Isaías, que profetizaba durante su reinado, desaprobó su política internacional, aunque dicho profeta y su papel no están mencionados en este capítulo.

Para el tiempo cuando Acaz se reunió con Tiglatpileser III en Damasco, vio allí un altar que le impresionó. ¿Se trataba del satuario arameo principal del templo de Rimón? Cuando Urías, el sacerdote en Jerusalén y fiel partidario del profeta Isaías y por ello un celebrante real de Jehová, recibió una copia del plano, sin demora construyó uno igual antes del regreso de su rey del extranjero. En su regreso, Acaz lo vio, se acercó al nuevo altar y ofrecio sacrificios y ofrendas. Además oficiaba durante la dedicación del altar. Tradicionalmente, en dichas ocasiones el rey asumía las funciones sacerdotales. Acaz celebró el trío de sacrificios (holocausto, ofrenda vegetal y libación). En el holocausto se consumía el sacrificio animal en el altar; en el segundo se daba una ofrenda incruenta de vegetales o cereales; y en el tercero se derramaban líquidos tales como el vino y el aceite. El cuarto sacrificio era el de la paz, en el cual los participantes en el mismo consumían la ofrenda (ver Núm. 28). La ceremonia de esparcir la sangre era un acto de consagración.

Acaz también hizo innovaciones significativas en las celebraciones del culto y en los muebles del templo. Colocó el nuevo altar en el lugar del altar de bronce, que estaba al frente del templo, y el viejo se colocó entre el nuevo altar y el templo. Además, mandó al sacerdote Urías que usara el nuevo altar grande para cuatro sacrificios, inclusive las ofrendas diarias del pueblo, pero solo el rey usaría el altar de bronce para consultar u orar a Jehová. La separación de los sacrificios del pueblo de los del rey pudo haber sido un esfuerzo de reorganizar la práctica de los sacrificios con el fin de reglamentarlos. El hecho de que Urías obedeció en todo a Acaz sugiere que el sacerdote siempre estuvo de acuerdo. Y aunque todo esto Acaz lo hizo en la sombra del rey de Asiria, según el cronista el comportamiento del rey fue deliberado y peligroso. No obstante, no lo condenó, tampoco lo alabó por sus acciones, como se hizo cuando otros reyes restauraron el templo. El texto tampoco sugiere el uso del nuevo altar en adoración que no fuera para Jehová.

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