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1 Timoteo 3: Los dirigentes de la iglesia

Surgen dos preguntas. La primera, si eran lo mismo, ¿por qué se usaban dos nombres para designarlos? La respuesta es que presbyteros describía a aquellos dirigentes de la Iglesia tal como eran personalmente. Eran los hombres más ancianos, miembros respetados en la comunidad. Epískopos, por otra parte, describía su función, que era supervisar la vida y el trabajo de la iglesia. Una palabra describía al hombre; la otra describía su tarea.

La segunda pregunta es: Si el anciano y el obispo eran lo mismo en un principio, ¿cómo llegó a ser el obispo lo que llegó a ser? La respuesta es sencilla. Era inevitable que el cuerpo de los ancianos requiriera y adquiriera un moderador. Era esencial que alguien asumiera la dirección, y eso fue lo que sucedió. Cuanto más organizada llegó a estar la Iglesia tanto más era normal que surgiera tal figura. Y el anciano que sobresalía como dirigente llegó a ser conocido como el epískopos, el superintendente de la iglesia. Pero ha de notarse que era simplemente un dirigente entre iguales. Era de hecho el anciano cuyas circunstancias y cualidades personales se combinaban para hacerle dirigente de la obra de una congregación de la Iglesia Cristiana.

Se verá que el traducir epískopos por la palabra obispo en el Nuevo Testamento le da un sentido que no le corresponde. Es mejor traducirla por supervisor o superintendente.

El nombramiento y los deberes de los dirigentes de las iglesias

Este pasaje es interesante además porque nos dice algo del nombramiento y los deberes de los dirigentes de la Iglesia.

(i) Se los apartaba oficialmente para su responsabilidad. Tito tenía que ordenar ancianos en todas las iglesias (Tito 1:5). Los encargados de la iglesia no se nombraban en secreto; se los apartaba a la vista de todos; el honor de la Iglesia se ponía en sus manos públicamente.

(ii) Tenían que pasar un período de prueba. Primero tenían que ser aprobados (1 Timoteo 3:10). Nadie construye un puente o una maquinaria con metal que no haya sido probado. La Iglesia haría bien en ser más estricta en la prueba de los que son elegidos como dirigentes.

(iii) Se les pagaba por el trabajo que tenían que hacer. El obrero se merecía su salario (1 Timoteo 5:18). El dirigente cristiano no trabaja por el sueldo; pero, por otra parte, es el deber de la iglesia que le ha escogido para ese trabajo proveerle de los medios de vida.

(iv) Estaban expuestos a la crítica (1 Timoteo 5:19-22). En la Iglesia Primitiva los encargados tenían una doble función. Eran dirigentes de la iglesia; pero eran también servidores de la iglesia. Tenían que dar cuenta de su administración. Ningún encargado cristiano se debe considerar libre de tener que dar cuenta; es responsable ante Dios y ante la comunidad sobre la que Dios le ha encargado presidir.

(v) Tenían la obligación de presidir las asambleas cristianas y de enseñar a la congregación cristiana (1 Timoteo 5:17). El encargado cristiano tiene la doble obligación de administrar y de instruir. Bien puede ser que una de las tragedias de la Iglesia moderna sea que la función administrativa haya usurpado el espacio de la función docente casi totalmente. Es triste ver qué pocos ancianos se ocupan activamente de la enseñanza de niños y jóvenes en la Escuela Dominical.

(vi) El encargado no tenía que ser un converso reciente. Se dan dos razones para esta norma. La primera está bien clara. Es «no sea que se envanezca con un sentimiento de su propia importancia.» La segunda no está tan clara. Es, como dice alguna versión: « No sea que caiga en la condenación del diablo.» Hay tres posibles explicaciones de esta frase tan extraña.

(a) Fue por su orgullo por lo que Lucifer se rebeló contra Dios y fue expulsado del Cielo. Y esto puede ser sencillamente una segunda advertencia del peligro del orgullo.

(b) Puede que quiera decir que si el converso que se pone en un puesto de responsabilidad demasiado pronto llega a ser culpable de orgullo, le da al diablo una oportunidad de hacer sus acusaciones contra él. Un encargado de iglesia que sea muy creído le da al diablo una oportunidad de sugerirle a los críticos de la Iglesia: «¡Fijaos! ¡Ahí tenéis a vuestro cristiano! ¡Ése es vuestro miembro de iglesia! ¡Así son todos los dirigentes!»

(c) La palabra diábolos tiene dos significados. Quiere decir diablo, y ese es el sentido en que la ha tomado aquí la ReinaValera; pero también quiere decir calumniador. Es de hecho la palabra que se usa para calumniador en el versículo 11 donde se prohíbe a las mujeres que sean calumniadoras. Así es que esta frase puede querer decir que el converso reciente que ha sido nombrado para un cargo, como si dijéramos, le ha crecido la cabeza, da ocasión a los calumniadores. Su conducta indigna es una munición para todos los que están en contra de la Iglesia. No importa cómo lo tomemos; lo importante es que un dirigente de iglesia presumido es una mala inversión para la iglesia.

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