(ii) Nos dice que Jesús es el Restaurador de la relación perdida con Dios. Dios Le envió para que fuera el sacrificio expiatorio por el pecado (versículo 10). No nos movemos en un mundo de pensamiento en el que los sacrificios animales sean una realidad; pero podemos comprender plenamente lo que el sacrificio quería decir. Cuando una persona peca, su relación con Dios se interrumpe; y el sacrificio era la expresión del arrepentimiento, diseñado para restaurar la relación perdida. Jesús, por Su vida y muerte, hizo posible que el hombre entrara en una nueva relación de paz y de amistad con Dios. Hizo un puente a través de la terrible sima que había abierto el pecado entre Dios y el hombre.
(iii) Nos dice que Jesús es el Salvador del mundo (versículo 14). Cuando Él vino al mundo, la humanidad no era consciente de nada tanto como de su propia debilidad e indefensión. Los hombres, decía Séneca, estaban buscando ad salutem, salvación. Eran desesperadamente conscientes de « su debilidad en las cosas necesarias.» Necesitaban «una mano que se les tendiera para levantarlos.» Sería totalmente inadecuado pensar en la salvación como una mera liberación del castigo del infierno. Los hombres necesitaban ser salvos de sí mismos; necesitaban ser salvos de los hábitos que habían llegado a ser sus cadenas; necesitaban ser salvos de sus tentaciones; necesitaban ser salvos de sus temores y ansiedades; necesitaban ser salvos de sus locuras y errores. En cada caso Jesús ofrece salvación a los hombres; Él aporta lo que les permite enfrentarse con el tiempo y encarar la eternidad.
(iv) Nos dice que Jesús es el Hijo de Dios (versículo 15). Tómese como se tome, esto quiere decir fuera de toda duda que Jesucristo está en una relación con Dios que no ha tenido nunca ni tendrá jamás ninguna otra persona. Él es el único que puede mostrarle a la humanidad cómo es Dios; Él es el único que puede traer a la humanidad la gracia, el amor, el perdón y la fuerza de Dios.
Hay otra cosa que surge en este pasaje. Nos ha enseñado acerca de Dios y acerca de Jesús; y nos enseña también acerca del Espíritu. En el versículo 13, Juan dice que sabemos que moramos en Dios porque tenemos una participación del Espíritu. Es la obra del Espíritu lo que nos hace buscar a Dios en un principio; es la obra del Espíritu lo que nos hace conscientes de la presencia de Dios; es la obra del Espíritu lo que nos da la certeza de que estamos de veras en paz con Dios. Es el Espíritu en nuestros corazones el Que nos hace atrevernos a dirigirnos a Dios como Padre (Romanos 8:15s). El Espíritu es el testigo interior que, como dice C. H. Dodd, nos da « la consciencia inmediata, espontánea, inanalizable, de una presencia divina en nuestras vidas.»