En el mundo griego también se conocía y practicaba la unción. Era una de las ceremonias de iniciación en las religiones misteriosas que pretendían ofrecer al hombre un conocimiento especial de Dios. Sabemos que por lo menos algunos de los falsos maestros pretendían tener una unción especial que les aportaba un conocimiento especial de Dios. Hipólito nos dice que esos falsos maestros decían: « Nosotros somos los únicos entre todos los cristianos que completamos el misterio en el tercer portal y somos allí ungidos con una unción inefable.» La respuesta de Juan es que es el cristiano normal y corriente el que tiene la única verdadera unción, la unción que da Jesús.
¿Cuando recibió esa unción el cristiano, y en qué consiste?
La primera pregunta es fácil d6 contestar. No había nada más que una ceremonia por la que todos los cristianos pasaban, y era el bautismo; de hecho era costumbre en un tiempo algo posterior el ungir al bautizado con el óleo santo, como nos dice Tertuliano.
La segunda pregunta no es tan fácil. Hay, de hecho, dos respuestas igualmente aceptables.
(i) Puede ser que la unción quiera decir la venida del Espíritu sobre el cristiano sobre el bautismo. En la Iglesia Primitiva aquello sucedía de una manera constatable (Hechos 8:17). Si en este pasaje sustituyéramos la unción por el Espíritu Santo obtendríamos un sentido excelente.
(ii) Pero hay otra posibilidad. Los versículos 24 y 27 son casi exactamente paralelos en la expresión. En el 24 leemos: « Que lo que habéis oído desde el principio permanezca en vosotros.» Y en el 27 leemos: « Pero la unción que recibisteis de Él permanece en vosotros.» Lo que habéis recibido desde el principio y la unción son expresiones paralelas. Por tanto, bien puede ser que la unción que recibe el cristiano sea la instrucción en la fe cristiana que se le da desde el principio de su entrada en la Iglesia.
Bien puede ser que no tengamos que escoger entre estas dos interpretaciones, y que las dos estén presentes en este pasaje. Esto querría decir algo muy valioso: que tenemos dos comprobantes por los que podemos juzgar cualquier nueva enseñanza que se nos ofrezca.
(i) ¿Está de acuerdo con la tradición cristiana que se nos ha enseñado? (ii) ¿Está de acuerdo con el testimonio interno del Espíritu Santo? Aquí tenemos dos criterios cristianos de la verdad. Hay una comprobación externa. Toda enseñanza debe estar de acuerdo con la tradición que nos han transmitido la Escritura y la Iglesia. Hay una comprobación interna. Toda enseñanza debe pasar la prueba del testimonio del Espíritu Santo en nuestro corazón.
Permaneciendo en cristo
Antes de salir de este pasaje debemos notar dos grandes cosas prácticas.
(i) En el versículo 28, Juan exhorta a los suyos a permanecer constantemente en Cristo para que cuando Él vuelva en poder y gloria no tengan que acobardarse ante Él avergonzados. Con mucho la mejor manera de estar preparados para la venida de Cristo es vivir con Él todos los días. Si lo hacemos así, Su Venida no será ninguna sorpresa terrible, sino simplemente la entrada en una presencia más próxima de Alguien con Quien hemos vivido largo tiempo. Aunque tengamos dudas y dificultades acerca de la Segunda Venida física de Cristo, esto sigue siendo cierto: que para cualquier persona la vida llegará algún día a su fin. La cita con Dios llega a todos para que nos levantemos y digamos adiós a este mundo. Si no hemos pensado nunca en Dios, y si Jesús no ha sido para nosotros más que una memoria imprecisa y distante, la Suya será como una llamada a un viaje terrible a un lugar desconocido; pero si hemos vivido conscientemente en la presencia de Cristo y día a día hemos andado y hablado con Dios, esa será una llamada para volver a casa y entrar a una presencia más íntima con Uno que no es un extraño, sino un Amigo.
(ii) En el versículo 29 Juan vuelve al pensamiento que no está nunca lejos de su mente. La única manera en que una persona puede demostrar que permanece en Cristo es por la integridad de su vida. Lo que una persona profese ser lo probará o desmentirá su manera de vivir.