1 de Crónicas 27: Los jefes del ejército

Todo lo susodicho parecería indicar que la fuente del Cronista presentaba algunas cosas raras, pero también no se descarta que los propósitos teológicos del Cronista hayan influido en el arreglo. Esto se aprecia particularmente en la inclusión de los aaronitas y el nombre de Sadoc.

Toda la lista parece obedecer a las urgencias, bien del mismo Cronista o, en su defecto, de su revisor, de minimizar la censura de David por lo del censo en el capítulo 21. Los versículos 23, 24 parecen suavizar al máximo cualquier participación de David en el censo, y Joab es el que sale luciendo mal. Puesto que esto representa una tradición bastante diferente de la del capítulo 21, esto hace que varios opinen que sea una fuente diferente a la anterior, y ésta magistralmente manejada por un revisor del Cronista. Esta tradición hace que David siga casi al pie de la letra las instrucciones de Moisés en la toma del censo. El versículo 24 parece sugerir que Joab hubiera deseado terminar el censo, pero según 21:5-6, Joab no aprobaba las intenciones de David en la realización del censo. Todo esto demuestra cómo materiales comunes suelen ser interpretados de modo diferente según las exigencias de los tiempos. Algunos comentaristas opinan que estos materiales son interpretados por un revisor posterior al tiempo del mismo Cronista.

Administradores del patrimonio real

Este trozo nos indica que la riqueza del rey David era considerable. Se hizo todo un capitalista. El comentarista Vaux indica que no había un sistema fiscal de impuestos como tal. Tampoco había una distinción entre el patrimonio del rey y el de la nación. La fuerza militar y económica de un rey era la de la nación. El mismo rey tenía que adquirir, supervisar, incrementar y, a la larga, administrar sus bienes. David no llegó a ser la excepción. Durante su reinado se hizo de muchas riquezas mediante varias formas, entre éstas: botín de guerra, productos de sus propias posesiones (ganancias), beneficios de sus empresas comerciales e industriales (agropecuarios), derechos aduanales, tributo de pueblos conquistados. Mientras más grande el imperio, más grande era el “Ministerio de Hacienda” del soberano. Además, los tesoros de David se incrementaban con los presentes de embajadas extranjeras. Hay indicios también de que la tesorería del rey fuera sostenida parcialmente por diezmos de los campos, las viñas y de los ganados del pueblo. Pareciera, además, que al rey le correspondía el primer corte de los sembrados. No obstante todo esto, se nos insinúa que al rey le competía la posibilidad de eximir a un individuo o a una familia de estos diezmos.

En virtud de todo lo dicho anteriormente respecto a los cofres del rey, hace falta notar que al rey le correspondía en cierta medida el sostenimiento del culto. Como la tesorería del rey y la del templo hasta cierto punto no se distinguían en realidad, el rey podía poner y sacar de dicha tesorería según las necesidades que hubiera. Urge también notar que al rey le correspondía velar por el bienestar público, la protección del pueblo, etc. No había privilegios sin responsabilidades. Sobre todas las cosas, idealmente al rey le competía velar por la pureza del culto. Para el Cronista, David sobresalía en este sentido. Todo esto nos hace pensar en nuestras propias responsabilidades para con la tesorería pública en nuestro tiempo. Pese a condiciones contrarias a una total honestidad fiscal en muchos de los países latinoamericanos, hay que reconocer el bienestar público que nuestros impuestos proveen. Si no fuera por una responsabilidad honrada de parte de los ciudadanos, no habría servicios en las áreas de seguro social, obras públicas, educación, trabajo, salud, etc. Al igual que al rey, los privilegios siempre demandan responsabilidades. No hay derechos sin responsabilidades correspondientes.

La administración de estos bienes correspondía a los oficiales mencionados en el pasaje bajo consideración. Hay buenas razones para ver en esta sección bastante fidelidad histórica. Varios de los nombres en la lista se reconocen como del período davídico. Sería muy anormal que un documento tardío mencionase nombres de ismaelitas y hagrienos. Además, la expansión territorial indicada favorece un período antes de la división entre Norte y Sur. Un hecho ya mencionado, el que durante el tiempo de David no hubiera un sistema de impuestos, responde por lo descrito en este pasaje; patentemente, en los versículos 25-31 no hay mención de tal ingreso para el rey.

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