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1 de Crónicas 26: Porteros y otros funcionarios

Si todo el relato se hubiese hecho por la misma mano, este cambio de ortografía no encajaría. Pese al inciso 2, hay indicios de que ObedEdom y Hosa habían sido porteros desde el tiempo de la llegada del arca a Jerusalén. Sin embargo, esto no anula los demás argumentos respecto a la probabilidad de que estos textos sean un inserto.

El que el versículo 12 hable de la casa de Jehová obviamente ubica estas normas fuera del tiempo de David mismo. Brilla por su ausencia el nombre del rey en relación con las labores de estos porteros. La expresión igual que sus hermanos puede significar que los porteros se dividían en grupos de 24 cuyo número correspondía a grupos iguales a los de los sacerdotes. Hay que recalcar, no obstante, que este parecer es más simbólico que numérico, pues el número 24 significa que había ese número en cada tanda; según 23:5, había 4.000 porteros en total que desempeñaban esta labor. Pareciera que había un cuidado minucioso respecto al orden en los distintos rangos de levitas.

La casa de las provisiones, lejos de ser una especie de bodega de alimentos, era más bien la habitación de la tesorería. Pareciera que esta habitación tenía dos puertas, exigiendo así la necesidad de dos porteros en cada una.

El vocablo parbar, o sea atrio, es un tanto enigmático. Se cree que deriva de un término egipcio o persa con el significado de “poseedor de luz”. Dentro de este contexto del segundo templo describe una área donde había unos pilares independientes en la parte occidental del templo. Este lugar se dedicaba a varios tipos de ofrendas. Una de las razones por tanta dificultad en comprender adecuadamente el arreglo del segundo templo es porque el autor da por sentado un conocimiento de un lugar contemporáneo. Da por sentado también que sus lectores no necesitan descripciones detalladas.

Tesoreros para el templo

Al igual que hacía falta quién oficiara en los sacrificios (sacerdotes), quién dirigiera la adoración musical (levitas musicales), quién velara por la protección del templo (porteros), también hacía falta quién protegiera los valores del templo.

Parece que había dos clases de tesoros en el templo:

(1) los valores monetarios u objetos de valor donados por los feligreses o adoradores mediante contribuciones normales,
(2) tesoros acumulados que se lograron en las batallas del rey David; es decir, estos tesoros eran botín de guerra.

La primera clase de valores se designa por el término tesoros de la casa de Dios, y la segunda se nos describe con la expresión los tesoros de las cosas sagradas.

A todo el mundo le extraña que el Cronista mencione a Saúl, dado su muy obvio desdén por este rey. Parece que lo que el escritor quiere decir con este versículo es que, dada la unidad del pueblo, todos : profetas, reyes, generales contribuyeron al bienestar del templo y el culto. El que todos estos hubiesen contribuido, aun el botín de guerra, hablaba de su devoción a Dios. Hablar de la contribución al templo con el botín de guerra en los días de David no debe extrañarnos. Hay que recordar que a esas alturas históricas los hebreos veían las guerras con ojos muy distintos a los nuestros. Ellos consideraban que la guerra era un instrumento de Dios. Veían la mano de Dios en cada batalla librada con victoria (y a veces con derrota). Sería muy lógico, pues, que el botín de guerra se dedicase a Dios. Aunque hoy conocemos a Dios mediante Jesucristo, el Príncipe de Paz, no debemos permitir que esto nos ofusque la realidad del pensamiento histórico del tiempo de David o el del Cronista. Pensar de otro modo sería un anacronismo inadmisible.

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