Aquí Pablo, ni se muestra de acuerdo ni en desacuerdo con aquella práctica. Simplemente pregunta si tiene algún sentido cuando no se tiene la esperanza de que los muertos resuciten.
De ahí pasa Pablo a considerar uno de los grandes motivos de la vida cristiana. En efecto, pregunta: « ¿Por qué había de aceptar una persona los peligros de la vida cristiana si todo acaba en nada?» Cita su propia experiencia. Diariamente estaba exponiendo su vida. Algo terrible que no se nos relata en el Nuevo Testamento le sucedió a Pablo en Éfeso. También hace otra alusión a ese mismo hecho en.2 Corintios 1:8-10: dice allí que en Asia, la provincia romana en la que estaba Éfeso, estuvo condenado a muerte y ya daba por perdida su vida. Hasta el día de hoy hay un edificio en Éfeso que se conoce como la prisión de Pablo. Aquí especifica su peligro como pelear con las fieras. La palabra que usa es la que designaba las luchas de los gladiadores en la arena del circo. Leyendas posteriores nos cuentan que condenaron a Pablo a luchar con las fieras, y fue preservado milagrosamente porque las fieras no le atacaron. Pero Pablo era ciudadano romano y, como tal, no se le podía condenar a ese suplicio. Es probable que usara esa expresión refiriéndose a las amenazas de hombres que buscaban su muerte como bestias salvajes. En cualquier caso, pregunta: « ¿Para qué sirven tantos peligros y sufrimientos si todo termina con la muerte?»
Los que piensan que esta es la única vida y que no hay otra, es normal que digan: «Come, bebe y pásatelo bien, porque todo acaba con la muerte.» La misma Biblia se refiere a los que hablan así. «Venid, dicen, tomemos vino, embriaguémonos de sidra; y será el día de mañana como este, o mucho más excelente » (Isaías 56:12). El Predicador, para quien la muerte era la extinción, escribió: «No hay nada mejor para el hombre sino que coma y beba, y que su alma se alegre en su trabajo»
(Eclesiastés 2:24; 3:12; 5:18; 8:1 S; 9: 7). Jesús mismo hizo la semblanza del rico insensato que no pensaba en la eternidad y tenía por lema «Come, bebe y pásatelo bien.» (Lucas 12:19). La literatura clásica está llena de este espíritu. Heródoto, el gran historiador, se refiere a una costumbre de los egipcios: «En las reuniones sociales de los ricos, cuando termina el banquete, pasa entre los invitados un esclavo con un ataúd en el que hay un muñeco que representa un cadáver, tallado y pintado de la forma más realista, de uno y dos codos de largo. Al enseñárselo a cada invitado por turno, el esclavo les dice: «Mira esto, y bebe y pásatelo bien; porque así quedarás cuando te mueras.» Eurípides escribe en Alcestes (781-789): Todos han de saldar su deuda con la muerte; de todos los mortales, ¿hay alguno que sepa si ha de vivir siquiera el día de mañana? Porque no dejan huella los pies de la Fortuna, ni los puede intuir el arte de los hombres. Oídme todos bien, y aprendedlo de mí: Pasadlo bien, bebed, día a día vivid, que todo lo demás cosa es de la Fortuna.
Tucídides (2:53) nos cuenta que, cuando la plaga mortal asedió Atenas, la gente cometía toda clase de crímenes vergonzosos y se aferraba ansiosamente a cualquier placer sensual; porque creían que la vida sería muy corta y no se les pediría cuenta.
Horacio (Odas 2:13; 13) resume su filosofía diciendo: «Diles que traigan vinos y perfumes y las efímeras flores del hermoso rosal mientras las circunstancias y la edad y los hilos negros de las tres hermanas (Parcas) todavía nos ofrecen oportunidad.» En uno de los poemas más famosos del mundo, el poeta latino Catulo escribió: «Vivamos, Lesbia mía, y amemos, y no demos una blanca por los cuentos de los viejos austeros.
Los soles se pondrán y volverán a salir; pero para nosotros, una vez que se ponga nuestra breve luz, ya no nos queda más que una perpetua noche que debemos dormir.»
Elimina el pensamiento de la vida por venir, y ésta pierde su valor. Suprime la idea de que esta vida es la preparación para otra más plena que la sigue, y los lazos del honor y de la moralidad se sueltan. Es inútil discutir que no debería ser así, y que las personas deberíamos ser buenas y honorables sin esperar ninguna recompensa. El hecho es que, para el que cree que este es el único mundo que hay, las cosas de este mundo son lo único que importa.
Así es que Pablo insiste en que los corintios no deben asociarse con los que dicen que no hay Resurrección; porque sería arriesgarse a contraer una infección que puede contaminar toda la vida. Decir que no existe la Resurrección no es señal de tener ideas elevadas, sino de no conocer a Dios en absoluto. Pablo aplica la palmeta para que la misma vergüenza haga volver a los extraviados al buen camino.
Lo físico y lo espiritual
Pero puede que alguien diga: «¿De qué manera resucitarán los muertos? ¿Con qué clase de cuerpo van a volver a la vida?»
¡Esa es una pregunta muy estúpida! Cuando siembras una semilla, no puede manifestarse la vida sin pasar por la muerte. No es el cuerpo que va a llegar a existir lo que se siembra, sino un granito que no está revestido de ninguna clase de cuerpo, sea de trigo o de cualquier otro cereal; y luego Dios le da el cuerpo que Le parece, a cada semilla el que le es propio. Las naturalezas no son todas iguales, sino que la naturaleza humana es de una manera, y la del ganado, de otra, y de otra la de las aves, y otra la de los peces. Pues lo mismo pasa con los ‹ cuerpos: hay cuerpos celestes y cuerpos como los que conocemos en la Tierra. El esplendor de los cuerpos celestes es una cosa distinta de la naturaleza de los terrenos. El Sol tiene un brillo, y la luna otro, y las estrellas otro. Menciono las estrellas en plural porque cada una de ellas difiere de las otras en esplendor.
2 comentarios
Leticia Pesina
Gran maestro de la Biblia, Hno. Valentin Calderon Lionel, qué gran capítulo de 1ra. de Corintios 15. lo leí y lo estudié leyendo mi Biblia que es una version Reina-Valera 1960, un poco difícil de seguir la suya, ya que no muestra usted los versículos por número. Aún así, fue una gran enseñanza. Mil gracias!
Valentin Calderon Lionel
La Honra y la Gloria son para el Señor