Debemos darnos cuenta de los límites de esas obligaciones.
(i) Pablo insistía en que el cristiano corintio debía ser un buen ejemplo para los judíos. Aun para sus enemigos, una persona tiene que ser ejemplo de lo que está bien.
(ii) El cristiano corintio tenía una obligación con los griegos; es decir, tenía que darles buen ejemplo a los que eran totalmente indiferentes al Evangelio. Es un hecho que muchos son ganados de esta manera. Había un pastor que llegaba hasta donde fuera para ayudar a alguien, aunque no tuviera nada que ver con su iglesia. Uno de ellos empezó a venir a la iglesia, y al cabo del tiempo pidió que le hicieran anciano para poder pasar el resto de su vida dando muestras de lo agradecido que estaba por lo que Cristo había hecho por medio de su siervo para prestarle ayuda.
(iii) El cristiano corintio tenía una obligación con los otros miembros de la iglesia. Todos seguimos el ejemplo de los demás.
Tal vez no nos demos cuenta; pero es probable que un hermano más nuevo o más débil se esté fijando en nosotros, y estamos obligados a ser el ejemplo que fortalezca al débil y confirme al vacilante y libre de caer al tentado.
Podemos hacerlo todo para la gloria de Dios si cumplimos la obligación que tenemos con nuestros semejantes. Y sólo lo haremos teniendo presente que la libertad cristiana no se nos ha dado exclusivamente para que la disfrutemos, sino también para que ayudemos a otros.